lunes, 15 de junio de 2015

Clausura de la Escuela de Familia. El sentir de los participantes

Este curso ha sido el primero que se ha solicitado el programa Escuela de Familia. Desde el primer momento el programa tuvo muy buena acogida entre las familias y tras las pertinentes gestiones tuvimos la suerte de que nos lo concedieran.
Un número de padres y madres nos hemos reunido en el centro un par de horas a la semana para aprender y crecer de la mano de la psicóloga experta en familias, Elena Lechuga.

La volaración por parte de los participantes es tan satisfactoria que todos hemos expresado nuestro deseo de repetir el próximo curso. 

El acto de clausura se celebró en el Alcázar, con la lectura de escritos de tres de las escuelas participantes en el proyecto, siendo el nuestro uno de los elegidos. Posteriormente disfrutamos de un aperitivo en los jardines.



Nuestro escrito es el resultado de la fundición a cargo de una de las madres participantes de los que realizamos cada uno de nosotros en una de las últimas sesiones, en las que Elena nos pidió que plasmáramos a través de una carta a nuestros hijos cómo habíamos cambiado con nuestra participación en la escuela de familia. 


Una tarde cualquiera, en el mejor de los casos, todo empezaba con un “cielo, hay que recoger, porque hay que bañarse, cenar… Y querrás que te lea un cuento antes de dormir, ¿verdad?” En un mal día, los tiros podían ir por “¡Te he dicho ya cien veces que recojas! ¿Y se puede saber por qué no te quieres bañar…? ¿No te gusta la tortilla? Pues eso es lo que hay de cena... Mira que te vas a la cama y no hay cuento, ¿eh?. Y ni en lo bueno ni en lo malo, te consideras un padre exigente o una madre autoritaria.

Pero entonces te da por apuntarte a Escuela de Familias, y no pasa de golpe y porrazo, pero poco a poco hace mella en ti la inconsolable certeza de que no lo estás haciendo tan bien como creías…
Comunicación. Aprender a comunicarnos con nuestros hijos. Ahí estamos todos de acuerdo. La experiencia de pasar por estas sesiones, a veces tristes, a veces terapéuticas, casi siempre divertidas, nos ha enseñado a todos y cada uno, entre otras cosas que cada cual guarda en su fuero más interno, que hay que escuchar a los niños. El afecto se manifiesta mostrando interés por lo que sienten, por lo que piensan, dedicándoles tiempo.
Las normas y los límites son importantes para nuestros hijos, se sientes seguros. Pero sobre todo, han de sentirse queridos.
Y si entre todos escribiésemos una carta para ellos, para nuestros hijos, saldría algo así:
Hola cariño,
Nunca me había dirigido a ti con una carta, y parece que ha llegado el momento… Como sabes, hemos estado yendo a unas clases de padres para intentar disfrutar más de las cosas… Estos meses nos han ayudado a apreciar el pequeño tesoro que tenemos… Porque, antes que todo, eres una persona… Nos ha servido para replantearnos muchas cosas que antes dábamos por hecho como la obediencia ciega, el “porque sí”… Ahora intentamos darte más abrazos, escucharte y facilitarte vocabulario para poder expresar lo que sientes… Ahora sabemos que no debemos chillar, perder los nervios, no escucharte o repetir las cosas mil veces.
No sé si habrás observado que me pongo de  mal humor con menos frecuencia, que te escucho más que antes, que intento constantemente que me transmitas tus sentimientos… He visto comportamientos de otros padres con sus hijos que no me han gustado nada, y me he visto reflejado en ellos, he visto que yo a veces también soy así, y me he dado cuenta de que estoy equivocado y que es necesario cambiar.
Y hay muchas cosas qué cambiar, cómo hablarte, cómo decirte las cosas… Me he dado cuenta que hacerte pasar un mal rato cuando no quieres hacer algo no sirve de nada…
Me han enseñado avenidas más anchas donde todos tenemos cabida, e incluso nuestra propia calle. 
Quiero decirte que yo estaré allí para alumbrar tu camino cuando lo pidas y lo necesites pero también quiero que sepas que sé que tienes luz propia.
Hay algo que ya sabía, que no ha cambiado: te quiero.”


Gracias Cristina por plasmar tan bien el sentir de todos. Gracias Rosalía por tener la valentía de servirnos de voz leyendo nuestras palabras. 


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