Este curso ha sido el primero que se ha solicitado el programa Escuela de Familia. Desde el primer momento el programa tuvo muy buena acogida entre las familias y tras las pertinentes gestiones tuvimos la suerte de que nos lo concedieran.
Un número de padres y madres nos hemos reunido en el centro un par de horas a la semana para aprender y crecer de la mano de la psicóloga experta en familias, Elena Lechuga.
La volaración por parte de los participantes es tan satisfactoria que todos hemos expresado nuestro deseo de repetir el próximo curso.
El acto de clausura se celebró en el Alcázar, con la lectura de escritos de tres de las escuelas participantes en el proyecto, siendo el nuestro uno de los elegidos. Posteriormente disfrutamos de un aperitivo en los jardines.
Nuestro escrito es el resultado de la fundición a cargo de una de las madres participantes de los que realizamos cada uno de nosotros en una de las últimas sesiones, en las que Elena nos pidió que plasmáramos a través de una carta a nuestros hijos cómo habíamos cambiado con nuestra participación en la escuela de familia.
Una
tarde cualquiera, en el mejor de los casos, todo empezaba con un
“cielo,
hay que recoger, porque hay que bañarse, cenar… Y querrás que te
lea un cuento antes de dormir, ¿verdad?”
En un mal día, los tiros podían ir por “¡Te
he dicho ya cien veces que recojas! ¿Y se puede saber por qué no te
quieres bañar…? ¿No te gusta la tortilla? Pues eso es lo que hay
de cena... Mira que te vas a la cama y no hay cuento, ¿eh?.
Y ni en lo bueno ni en lo malo, te consideras un padre exigente o una
madre autoritaria.
Pero
entonces te da por apuntarte a Escuela de Familias, y no pasa de
golpe y porrazo, pero poco a poco hace mella en ti la inconsolable
certeza de que no lo estás haciendo tan bien como creías…
Comunicación.
Aprender a comunicarnos con nuestros hijos. Ahí estamos todos de
acuerdo. La experiencia de pasar por estas sesiones, a veces tristes,
a veces terapéuticas, casi siempre divertidas, nos ha enseñado a
todos y cada uno, entre otras cosas que cada cual guarda en su fuero
más interno, que hay que escuchar a los niños. El afecto se
manifiesta mostrando interés por lo que sienten, por lo que piensan,
dedicándoles tiempo.
Las
normas y los límites son importantes para nuestros hijos, se sientes
seguros. Pero sobre todo, han de sentirse queridos.
Y
si entre todos escribiésemos una carta para ellos, para nuestros
hijos, saldría algo así:
“Hola
cariño,
Nunca
me había dirigido a ti con una carta, y parece que ha llegado el
momento… Como sabes, hemos estado yendo a unas clases de padres
para intentar disfrutar más de las cosas… Estos meses nos han
ayudado a apreciar el pequeño tesoro que tenemos… Porque, antes
que todo, eres una persona… Nos ha servido para replantearnos
muchas cosas que antes dábamos por hecho como la obediencia ciega,
el “porque sí”… Ahora intentamos darte más abrazos,
escucharte y facilitarte vocabulario para poder expresar lo que
sientes… Ahora sabemos que no debemos chillar, perder los nervios,
no escucharte o repetir las cosas mil veces.
No
sé si habrás observado que me pongo de mal humor con menos
frecuencia, que te escucho más que antes, que intento constantemente
que me transmitas tus sentimientos… He visto comportamientos de
otros padres con sus hijos que no me han gustado nada, y me he visto
reflejado en ellos, he visto que yo a veces también soy así, y me
he dado cuenta de que estoy equivocado y que es necesario cambiar.
Y
hay muchas cosas qué cambiar, cómo hablarte, cómo decirte las
cosas… Me he dado cuenta que hacerte pasar un mal rato cuando no
quieres hacer algo no sirve de nada…
Me
han enseñado avenidas más anchas donde todos tenemos cabida, e
incluso nuestra propia calle.
Quiero decirte que yo estaré allí
para alumbrar tu camino cuando lo pidas y lo necesites pero también
quiero que sepas que sé que tienes luz propia.
Hay
algo que ya sabía, que no ha cambiado: te quiero.”
Gracias Cristina por plasmar tan bien el sentir de todos. Gracias Rosalía por tener la valentía de servirnos de voz leyendo nuestras palabras.
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